Coincido con el filósofo José Antonio Marina Torres en cuanto a que: “No todas las opiniones son respetables, lo que es respetable es el derecho a exponer tu opinión sin que haya una inquisición“. La respetabilidad de las opiniones, depende del contenido de las mismas, de una argumentación sólida. Con retórica “magistral”, nuevamente el “magíster” Ariel Hernando Campero, no sólo no levanta el pañuelo del “reto caballeresco intelectual” al que lo he invitado, sino que continúa con su embrollada argumentación y fusiona nombres, fechas y personajes que nada tienen que ver con la porfía. Vuelve a dar su particular interpretación a citas de Allberdi, ignorando seguramente que el Dr. Juan Bautista admiraba mucho a Aráoz, no solamente por ser su tío, sino también por reconocer su justa entidad en la historia de la independencia americana, ya volveremos sobre el asunto.
Justamente, los que presumimos de nuestra “tucumanidad” nos sentimos muy orgullosos que fuera en Tucumán donde se salvara la suerte de la Revolución, gracias al triunfo del 24 de septiembre de 1812. Triunfo que hubiera sido imposible sin el concurso de Bernabé Aráoz y su familia, al apoyar incondicionalmente a Belgrano. Gracias a su prédica, Tucumán se convirtió en un baluarte de la revolución, a diferencia de Salta, cuya clase dirigente era marcadamente realista. Es por ello que es el hombre clave de Belgrano, y así lo distingue luego de la Batalla de Salta: No hallo, Excelentísimo, expresión bastante para elogiar a los jefes, oficiales, soldados, tambores y milicia que nos acompañó del Tucumán al mando de su coronel don Bernabé Aráoz“. Y será también el hombre de San Martín en Tucumán, quien al proponerlo ante el Directorio como primer gobernador de la provincia autónoma de Tucumán, llega a escribir de don Bernabé: “Me atrevo a asegurar, que no se encuentran diez en América que reúnan más virtudes que las del coronel mayor Bernabé Aráoz”.
También nuestro “orgullo tucumano” radica en haber sido la sede del Congreso que nos dio libertad e Independencia un 9 de julio de 1816. Fue justamente Aráoz como gobernador quien organizó y alentó el Congreso, además de brindar protección a los congresales jaqueados por realistas y artiguistas que pretendían boicotear las deliberaciones. No en vano, nuevamente el propio general don José de San Martín, en carta de enero de 1816 desde Mendoza al diputado Godoy Cruz le escribía: “Cuánto celebro que no haya sido exagerado el cuadro que le hice sobre el amable y virtuoso intendente de esa provincia (Bernabé Aráoz); hay pocos americanos comparables con él”.
Pero Aráoz no sólo fue nuestro primer gobernador por disposición del Directorio, sino también el primero designado por asamblea popular en 1819. Al respecto de su “entidad histórica”, Juan Bautista Alberdi escribió: “¿Qué es el caudillo en Sudamérica, según los hechos de que Mitre es expositor…? ¿Quién lo constituye, quién lo crea, quién le da poder y autoridad? La voluntad de la multitud popular, la elección del pueblo. Es el jefe de las masas, elegido directamente por ellas, sin injerencia del poder oficial, en virtud de la soberanía de que la revolución ha investido al pueblo todo, culto e inculto; es el órgano y brazo inmediato del pueblo, en una palabra, el favorito de la democracia…El caudillo supone la democracia, es decir, que no hay caudillo popular sino donde el pueblo es soberano…El caudillaje que apareció en América con la democracia no puede ser denigrado por los que se dicen partidarios de la democracia sin el más torpe contrasentido. Baste decir que los españoles realistas, los primeros que dieron ese título a los Bolívar, Carrera, Guemes, Aráoz, etc. Según los españoles, el caudillaje americano era el patriotismo, el americanismo, la revolución de la independencia.” Claramente, es el propio Alberdi quien le va a otorgar a Bernabé Aráoz un significativo calibre, a la par de gigantes revolucionarios americanos. ¿Quién sino él tiene mayores merecimientos de paternidad?
Cuando cae el Directorio, Bernabé Aráoz, lejos de amilanarse, se hace cargo de la situación y crea la “República del Tucumán”, autónoma sí, pero hermanada con las demás, tal como señala su constitución de claro tizne federal. Y si de ello hablamos, es uno de los primeros en hablar de federalismo, baste leer su correspondencia con el cordobés Juan Bautista Bustos, con quien soñaban una reunión de representantes provinciales para conformar finalmente una república representativa y federal. Fueron estas las razones, no las inquinas provincianas lo que llevó a su fusilamiento en Trancas; lo que para muchos lo convierte en nuestro primer mártir y padre del federalismo tucumano.
Lamento “no satisfacer la inquietud “del “Magister” Campero y sólo espero con ansias conocer sus ideas renovadoras para despertar a éste adormilado Tucumán, que tanto necesita de “modelos” en quienes inspirarse. Al decir del Dr. Luis Yanicelli: la “tucumanidad” es esa forma tan particular que tenemos los tucumanos, de sentirnos argentinos.
© LA GACETA
José María Posse